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martes, 2 de agosto de 2011

Iré a tu encuentro


Era una tarde de otoño. Ese día estaba frío, había mucho viento, y el cielo estaba hermosamente oscuro. La pena inundaba mi corazón, y el día ayudaba a que floreciera más y más dentro de mí esa angustia incontrolable que me estaba matando. Sentía un maldito nudo en el pecho, tenía algo en mi garganta que no me dejaba llorar ni respirar, necesitaba desahogarme. Llevaba horas acostada en mi cama mirando el techo, pensando en nada. 
Lentamente me senté, miré hacia todos lados, suspiré, me paré, tomé mi abrigo, me puse una bufanda, un gorro, guantes, y salí a la calle. No había nadie en casa. Caminé, sin rumbo, con mis manos en los bolsillos, mirando el suelo, sentía como el viento soplaba los árboles, sentía como las hojas caían, como se deslizaban de un lugar a otro, sentía como el viento chocaba con mi cara, como el aire helado entraba por mi nariz directo a mis pulmones. Sentía como el viento movía mi rizado cabello, era una sensación inigualable, sentía un escalofríos cada vez que el viento rozaba mi piel. Caminé sin rumbo, y sin darme cuenta llegué a un parque; habían dos bancas, pasto, árboles, y un columpio. En una de las bancas había una pareja de novios. La otra estaba desocupada, y decidí ir a sentarme allí. Me senté, crucé mis piernas, y miré a la pareja; reían, se acariciaban, se besaban, se veían tan felices... recordé momentos en los cuales yo estaba igual que ellos. 
Al fin pude llorar. Fue raro. Sentí algo caliente en mi mejilla, que interrumpió lo que estaba mirando con tanta atención. Era una lágrima. No me dí cuenta en que momento salió. Ya no podía estar peor. Lo único que quería era ir al encuentro de mi amado que había partido lejos, a un lugar de donde jamás volvería, a un lugar del cual no lo podía traer de vuelta. Habían pasado exactamente ya dos años desde aquel día en que sonó mi teléfono y me contaron que la razón de mis sonrisas, la razón de mi existir, la luz en mi oscuridad, con el que tenía planes, con el que quería llegar hasta la muerte, se había quitado la vida, se había ido por cuenta propia, dejándome sola en este maldito mundo. 
Siempre fue silencioso, reservado, casi nunca expresaba lo que sentía, y cuando lo hacía, le costaba demasiado. Gracias a el salí de un agujero negro en el que estaba metida y no podía salir. Con él conocí la felicidad, con él me proyectaba, él era todo para mi, sin él no era nada.
Jamás comprendí porqué se quitó la vida. Aún no lo comprendo. Se fue sin decirle a nadie, sin dar ni una señal, sin despedirse, se fue sin explicación. Es desesperante no saber que motivo hizo que mi amado se fuera y me dejara sola con todas mis ilusiones y proyectos de vida junto a él, en el aire. Todos esos sueños que ahora se derrumban. 
Volví a mirar a la pareja. Estuve como hipnotizada mirándolos, recordando, por mucho tiempo, no sé exactamente cuanto, pero estuve mucho rato observándolos. Hasta que se pararon, y comenzaron a caminar de la mano. Se fueron. Los seguí con la mirada, hasta que desaparecieron y eran inalcanzables para mis ojos. Volví mis ojos hacia el suelo. Nada más me importaba, ni siquiera mi familia. Tampoco podría decir que me no me importaban mis amigos, porque en realidad nunca tuve, el único amigo que tenía, era él. Seguí caminando, esta vez con destino a mi casa. Cuando llegué, llené la tina de agua helada, luego me quité la ropa y me sumergí allí. Estuve no sé cuantas horas en ese lugar, congelandome, pensando, pensando, pensando. Nada me importaba. Solo quería dejar de atormentarme. Cerré mis ojos, me sumergí en el agua y decidí ir en busca de mi felicidad...

lunes, 18 de julio de 2011

Pride&Prejudice (Declaración de Mr. Darcy)



Sr. Darcy: Señorita Elizabeth, he luchado en vano y ya no puedo dominarme más. Estos meses han sido un tormento. Vine a Rosings con el único objeto de verla a usted. He luchado contra mi buen juicio, contra mi familia, la inferioridad de su cuna, mi rango y muchas cosas más, pero estoy dispuesto a dejarlas a un lado y pedirle que acabe con mi agonía.

Elizabeth Bennet: No entiendo.

Sr. Darcy: La amo... con toda mi alma. Por favor, haga el honor de aceptar mi mano.

Elizabeth Bennet: Señor yo... aprecio todo lo que ha sufrido y lamento mucho causarle dolor, créame, no fue de forma consciente.

Sr. Darcy: ¿Esa es su respuesta?

Elizabeth Bennet: Si, señor

Sr. Darcy: ¿Usted... se burla de mí?

Elizabeth Bennet: No.

Sr. Darcy: ¿Está rechazándome?

Elizabeth Bennet: Seguro los sentimientos que, según dice, han frenado sus intenciones le ayudarán a superarlo.

Sr. Darcy: ¿Puedo preguntar por qué, con tan poca civilidad, me rechaza así?

Elizabeth Bennet: ¿Y puedo preguntar por qué, con tan evidente intención de insultarme, decidió decirme que yo le agrado en contra de su buen juicio?

Sr. Darcy: No, créame, no quise...

Elizabeth Bennet: Si yo fui incivilizada, esa es suficiente excusa, pero tengo otras razones y lo sabe.

Sr. Darcy: ¿Qué razones?

Elizabeth Bennet: ¿Cree que haya algo que pudiera tentarme a aceptar al hombre que arruinó, tal vez para siempre la felicidad de mi querida hermana? ¿Lo niega, Sr. Darcy, niega que separó a dos jóvenes que se amaban el uno al otro, exponiendo a su amigo a la censura del mundo por capricho, y a mi hermana al ridículo por sus esperanzas rotas, y envolviéndolos a ambos en el peor de los sufrimientos?

Sr. Darcy: No, no lo niego.

Elizabeth Bennet: ¿Cómo pudo hacerlo?

Sr. Darcy: Porque creí que a su hermana le era indiferente.

Elizabeth Bennet: ¿Indiferente?

Sr. Darcy: Los observé con cuidado y vi que su apego era más fuerte que el de ella.

Elizabeth Bennet: ¡Es porque es tímida!

Sr. Darcy: Bingley también y se persuadió de que ella no sentía lo mismo.

Elizabeth Bennet: Porque usted lo sugirió.

Sr. Darcy: Fue por su propio bien.

Elizabeth Bennet: ¡Mi hermana apenas me muestra sus sentimientos a mí! Supongo que sospecha que su fortuna no tuvo nada que ver...

Sr. Darcy: ¡No! Nunca le haría a su hermana tal deshonra, aunque sí se sugirió...

Elizabeth Bennet: ¿Qué cosa?

Sr. Darcy: Se volvió perfectamente claro que un matrimonio ventajoso...

Elizabeth Bennet: ¿Mi hermana le dio esa impresión?

Sr. Darcy: No. Sin embargo, debo admitir que está la cuestión de su familia...

Elizabeth Bennet: ¿Nuestro deseo de casarnos? Al Sr. Bingley no parecía molestarle.

Sr. Darcy: No, era más que eso.

Elizabeth Bennet: ¿Cómo señor?

Sr. Darcy: Fue la falta de propiedad mostrada por su madre, sus tres hermanas menores e incluso por su padre. Disculpe. A usted y a su hermana debo excluirlas de esto.

(En ésta versión, Darcy reveló en esta escena asuntos sobre Jane y Bingley que, en el libro, habló en su carta)

Elizabeth Bennet: ¿Qué hay del Sr. Wickham?


(Darcy se acerca hacia ella)

Sr. Darcy: ¿El Sr. Wickham?

Elizabeth Bennet: ¿Qué excusa pudo tener por haberlo tratado así?

Sr. Darcy: ¿Tanto le interesan los asuntos de ese caballero?

Elizabeth Bennet: Me contó de sus infortunios.

Sr. Darcy: Oh, sí, sus infortunios han sido muy grandes.

Elizabeth Bennet: ¿Usted arruinó su vida y se atreve a hablar con sarcasmo?

Sr. Darcy: ¿Así que ésta es su opinión de mí? Gracias por explicarla tan afondo. Tal vez estas ofensas habrían pasado por altas si su orgullo...

Elizabeth Bennet: ¡¿Mi orgullo?!

Sr. Darcy: ...no hubiera sido herido por la sinceridad con que admití mis escrúpulos. ¿Podría esperar en que me regocijara en la inferioridad de sus circunstancias?

Elizabeth Bennet: ¿Y esas son las palabras de un caballero? ¡Desde el momento en que lo conocí, su arrogancia y su egoísta desdén hacia los sentimientos de los demás hicieron darme cuenta que era el último hombre en el mundo con quien yo podría llegar a pensar en casarme!


(Después de semejantes palabras declaradas por Elizabeth, Darcy sigue mostrando su pasión hacia ella. Se inclina en su dirección como si deseara besarla. Elizabeth, por su parte, no muestra deseos de querer apartarse).

Sr. Darcy: Perdóneme, madam, por haberle quitado su tiempo.

lunes, 30 de mayo de 2011

Nota de Suicidio


Estoy solo en un silencio que molesta y grito, escucha mi última palabra,
léete mi último escrito. Préstame atención, sólo pido eso, lo necesito.
Caen gotas de sudor y de mis ojos en mi nota de suicidio.
Siento no poder decir mas, pocos llorarán, pero cuantos se alegrarán.
Vi mi nombre en una lápida y ni se me hizo extraño, cuántas cargas he
llevado para tan pocos años, no hay nada que me frene.
Llevo tanto tiempo muerto dentro de mi ya no hay nada,
tan sólo soy otro cuerpo, arrastrado por el viento tan violento que sopla el destino.
No hay testigo, no hay amigos, no queda ningún motivo,
solo recorro el camino, se que en las puertas del cielo
no hay sitio para este peregrino.
¿Dios? parece ser mentira...
hoy sabré si es cierto lo de que tras la muerte, existe otra vida.